Todos somos vulnerables. Todos somos sensibles. Todos somos
distintos. Todos buscamos lo mismo. ¿Y si...y si todo se reduce a un único
pensamiento?
La vida en sí parece compleja, pero no lo es en esencia. Es
compleja porque está hecha de innumerables aspectos, vivencias, experiencias,
detalles, pero todos ellos se reducen a lo mismo: a lo que piensas y sientes
cuando vives y pasan este flujo de resultados.
Todos estamos en un lugar concreto, y simplemente por ese
hecho, estamos condicionados a realizar determinadas acciones. Por estar en
este lugar, conocemos y se nos cruzan ciertas personas que, en un ámbito mayor
o menor, también te están condicionando a que pienses y actúes de una manera.
No digo que todos seamos como plastilina, que cualquiera nos
puede coger y moldearnos a su manera, pero en cierta manera se puede pensar que
todos somos un poco “plásticos”, porque inconscientemente, todos y cada uno nos
condicionamos entre nosotros a ser como somos.
Es fácil pensar entonces que algunas personas son únicas,
que pensamos, ¿qué hubiera pasado si no hubiera conocido a esta persona? o
¿sería el hombre que soy si no hubiera conocido a él/ella o si no hubiera
estado en ese lugar en el que la conocí?
Todo se reduce a un único pensamiento. Aunque mejor dicho,
todo se reduce a las decisiones.
Las decisiones son como las bifurcaciones que se encuentra
un caminante en un sendero. Si escoge uno de los caminos, lo seguirá hasta
encontrar otra división en el camino y tendrá que volver a elegir. El caminante
en este caso puede corregir su error si ve que va por el mal camino. Las
decisiones, en cambio, no tienen marcha atrás.
Nosotros elegimos nuestro propio destino. Lo único que no
podemos cambiar ni elegir es si en ese camino que escogemos encontraremos lo
que buscamos o encontrar a esa persona que no entienda y nos acepte.
Ahí está el gran atractivo de la vida... el constante camino
hacia lo desconocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario