Imagina un espeso bosque. Hay árboles más grandes y
frondosos, pequeños y que les queda por crecer, arbustos y hierbajos. Se pueden
intuir hasta zonas quemadas y carbonizadas. Ahora imagina que ese bosque es
tuyo, que cada árbol lo plantaste tú con cada persona que ha habido en tu vida.
Y que la vitalidad y salud de esa
vegetación representa la consolidación de una relación, ya sea amistosa
o algo más.
Pues bien, el mío no se puede considerar un bosque. Puede que lo fuera en algún momento, pero poco a poco se han ido pudriendo ciertas zonas hasta quedar desiertas. Otras zonas están llenas de arbustos y hierbajos, florecieron bien en su momento, pero luego dejaron de crecer. Hay pequeños árboles que van creciendo y por culpa de algunas circunstancias, se debilitan y se mantienen secos, pero se mantienen ahí.
Y por último, está el orgullo de mi bosque. Los grandes árboles. Robustos, frondosos y que dan fruto cada día, los que se vuelven fuertes con el paso de los años. Ellos son los que dan significado a mi bosque, puede que no sea el Amazonas, pero por cada uno de esos árboles doy la vida. Algunos hace mucho que no veo a la persona con la que los planté, u otros ni siquiera los he visto en persona, pero el haberles conocido no los cambio por nada del mundo.
Y tú, ¿cuidas de tu bosque?