viernes, 12 de junio de 2015

Tu náufrago

Echo de menos la presión en el pecho de sus abrazos, 
el sabor de sus labios, el olor de su pelo, 
el tacto de su mejilla,
la fricción de mis uñas en su espalda, 
los besos que robamos a las esperas, 
alargar la mano de la palanca de cambios a su rodilla, 
que caiga rendida en los altibajos de mi respiración,
convertir la rutina y la normalidad en aventuras y viajes inesperados. 

Te echo de menos, y no quiero olvidar la curva perfecta que construye tu sonrisa. 
No seré poeta ni pretendo serlo. 
Sólo alguien que echa palabras como las que formabas
 de pequeña en las sopas de letras de fideos. 
Voy dejando letras y mi pecho se resiente menos. 
Dicen que desahogarse es bueno, escribir sobre ti, para mí, para nosotros, 
pero yo recuerdo que es mejor besar tu cuello, notar tu mano acariciando mi pelo, 
verme reflejado en tus ojos cerrados por la carcajada que sueltas por las chorradas que hago y digo.

Me acostumbré a que tu cariño fuera el suelo que piso, 
y ahora estoy frente a un puente colgante, con miedo a caer. 
Sé que estás al final de este largo tramo de vientos huracanados y pies de plomo, mi meta me espera. 
Solo te pido que me des fuerzas para poder llegar al otro lado. 
Que me animes con gritos ahogados, suspiros que llegan a mis oídos
y cada vez sean más audibles que el anterior. 

 Eres la luz que yo, tu náufrago, desea encontrar. No dejes de brillar.

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